Biblioteca de contenidos
Educación Real®
Accede a una amplia variedad de mentorías de Tania García, casos prácticos organizados por temáticas, y utiliza la búsqueda por palabras clave para encontrar exactamente lo que necesitas.
Hablamos del logro de muchas alumnas que han reconstruido la relación con sus hijos e hijas en la segunda etapa de la adolescencia, incluso entre los 25-30 años.
Llevo 27 años dedicada a la gimnasia rítmica. Empecé a dar clases siendo adolescente, con 16 años y ahora con 43 años sigo en lo mismo. En estos 27 años han pasado muchas cosas, desde montar mis propios clubes hasta plantearme si realmente quiero seguir dedicándome a esto.
Antes de empezar con la educación Real tuve ya dudas con respecto a lo que se hacía en mi trabajo y el mensaje que se les daba a las niñas y adolescentes: “trabajo duro, esfuerzo, si duele está bien: eso es que estás ganando condiciones…” entre otras muchas cosas como: “Yo ordeno y mando; yo estoy por encima vuestra; no podéis faltarme al respeto….”
Llevo casi dos semanas fatal, tanto yo, como mi hijo de 7 años. No estoy acompañando nada bien. Anteriormente, y menos avanzado el máster, acompañaba mejor que ahora. Que estoy fallando bastante. Mi hijo tiene explosiones emocionales muy fuerte día tras día y varias veces.
A mi segundo hijo de 4 años le gusta mucho coger palos, hojas, piedritas… cuando vamos al parque o de camino a algún lugar. El caso es que cuando tenemos que ir al cole al mediodía o hacer algún recado puntual, se para muchísimas veces, y aunque somos flexibles y le damos tiempo para jugar, parece que nunca es suficiente. Muchas veces se va en la dirección contraria, buscando algo con lo que entretenerse, como si quisiera retrasar el momento de continuar con el camino. Sin querer, me surgen pensamientos como: “¿Nunca se va a adaptar a nosotros? ¿Siempre va a marcar él lo que se hace y cuándo se hace? ¿Él dirige a toda la familia?”
Cuando conocí al padre de mis dos hijos a pesar de vivir muy lejos el uno del otro me enfoqué en esta relación.
Después de unos años yo quería ser madre y él se vino a vivir conmigo para cumplir mi deseo (seguramente suyo también) y ahí me di cuenta de que esta persona no era para mí… Pero no me escuché.
Hola! Quiero exponer la situación de mi primer hijo. Cuando era hijo único fue muy querido por mi y su padre. Experimentábamos cada momento como el primero que era, y a la vez con el tiempo nos fuimos dando cuenta de lo que supone ser madre y padre, y vivimos la “pérdida de nuestra libertad” como un duelo y proceso de aceptación.
Os explico la situación actual con mi hijo. Tiene 18 años y siempre ha tenido dificultades en el sistema educativo. Le ha costado mucho cumplir con lo que le pedían y yo, aunque no pude acompañarlo como hubiera querido por desconocer todo lo que hoy sé sobre cómo funciona su cerebro, he sanado mi culpa y ahora he tomado acción para no soltarlo de mi mano.
Mi situación es la siguiente: Mi hijo de 9 años tiene explosiones emocionales a diario, varias veces, muy fuertes. Se tira al suelo (esté donde esté: en la calle, en casa, en comidas familiares, etc.), golpea todo lo que tiene alrededor: puertas, coches, incluso a él mismo en la cabeza, se da puñetazos, da patadas, insulta y dice todas las palabrotas habidas y por haber. Me insulta a mí directamente (“¡hija de puta!”, “¡te odio!”, “¡vete!”, “¡odio mi vida!”, “¡vieja gorda!”)